Cuidado con la relajación cerebral, que no se os aflojen los esfínteres
No es una serie que nuestro equipo hubiera decidido visionar. El universo de Jason Bourne nos trae sin cuidado. Detectamos cierta relajación del único músculo que debería importarnos: el cerebro. Si por cuestión de gustos tuviéramos que decantarnos, no sería ésta una aspirante a ser reseñada en la inmediatez. Habiendo determinado nuestro punto de partida que sienta las bases empezar este trayecto, Treadstone es más un entretenimiento que una serie para crecer.
Los elementos con los que juega constantemente se dividen en tiempo y espacio. Las diferentes geolocalizaciones y las dos líneas temporales en un permanente loop de flashback y forward la dotan de altas dosis de fragilidad. El grado de dificultad y la posibilidad de extraviar al público en los saltos narrativos la vuelven un blanco más atractivo para ser examinado con detenimiento.
Treadstone no sólo sale airosa de la manipulación dimensional sino que ralla la excelencia en cuanto a su formato se refiere. Como lo cortés no quita lo valiente, el estar alabando su forma no implica comulgar con ruedas de molino. En ningún caso ensalzamos o aplaudimos su contenido sino todo lo contrario: lamentamos profundamente que la habilid(i)osa muestra de destreza sólo deje rastros en la fachada y no haya podido encontrar un soporte más profundo.
La serie, basada en las novelas del escritor Robert Ludlum, relata la precuela de Jason Bourne que Matt Damon protagonizó en la gran pantalla.
La operación Treadstone es un programa encubierto que, a través de la modificación y adiestramiento de los reclutas, produce despiadados y feroces asesinos. Éstos llevan a cabo las misiones que se les encomiendan sin pestañear. John Randolph Bentley (Jeremy Irvine) es uno de los agentes del programa que logra escapar de sus captores soviéticos y vuelve al Berlín de 1973. Estos emisores se activan a través de una melodía pues el instito letal yace aletargado por medio de la hipnosis. En el presente, alguien está despertando a las armas humanas.
En Corea del Norte Soyun (Han Hyo-joo) una profesora de piano cuyo marido trabaja para el estado totalitario, recibe de su hijo una caja de música que le ha dado un desconocido en el parque. Al abrirla, la melodía opera una extraño poder sobre ella. Se asombra viéndose suspendida de un cable que la transporta al edificio donde deberá matar al general Kwon.
Mientras tanto, en Paris se halla la hija del general asesinado a la que una reportera encubierta (Tracy Ifeachor) tiene que llevar a la embajada de Ecuador. Esta misión se la encomendó el mismo Kwon días antes de ser asesinado. La reportera es contactada por Matt (Omar Metwally) un agente de la CIA para ir a hablar con el general.
Washington D.C, Moscú, Berlin Corea, Paris son algunas de las localizaciones que se toman salvajemente el relevo y timan nuestra percepción. La mejor defensa es un buen ataque y los productores de Treadstone lo mantienen presente y no dejan respirar ni a su público ni a sus protagonistas.
Así como hemos elogiado una soberbia manipulación de los elementos criticamos las altas dosis de acción desprovista de sentido que se alargan demasiado. Luchas interminables, persecuciones infinitas en coche por las calles de alguna capital mundialmente mundana, soberana señal de vacío que se extiende más de lo necesario.
Algunas misiones nos parecen incluso de forzada entrada para justificar algún rechoncho relleno de rica acción, tensión y todas esa amplitud de vicios que distraen nuestro sentido y sensibilidad.
La serie mantiene el nerviosismo en su cúspide en un tiempo prolongado y sostenido por lo que la maratón que acabamos de terminar no la recomendamos. La persecución paranoica a la que están sometidos los personajes acaba traspasando la pantalla y afecta a la audiencia. Con los trapecios y el cuello más rígidos que el palo mayor, nuestro único deseo es el de distender la musculatura.
La sutileza con la que nos hace entender, a través de un elemento material como por ejemplo en su tercer capítulo un reloj de pulsera, las interacciones entre los personajes nos deleitan y maravillan y nuestro suspiro se intensifica ganando en dramatismo: ¡Cuanto talento echado a perder en la simple y llana distracción!
Una serie que hace malabarimos con fuego tan acertadamente, incluye elementos de acción como un requisito impertinentemente imperativo y teje la trama basándose en el misterio del espionaje doble triple o cuádruple encontrará más defensores que detractores.
A modo de conclusión, reiterar la magnificencia de la producción en cuanto a su forma habiendo quedado clara nuestra postura respecto a su fondo deslustrado por el abuso de la industria.
En lo que flojea es en el guion.