Interesante chingada güera, haz lo que se te hinche un huevo.
Netflix estrenó ayer esta nueva serie, en este caso mexicana. El país de la telenovela se atreve con las series y, como es lógico, inicialmente dudamos de su capacidad para salir del formato que le ha dado tanto renombre mundialmente pero que al mismo tiempo lastró producciones como "El Club" de la que podréis comprobar su mayor problema, según nosotros, clickando AQUÍ. Mucho nos temíamos que "Desenfrenadas" fuese otro intento fallido de serie con efluvios demasiado marcados de telenovela. Sin embargo, el país que vio nacer a Guillermo Arriaga y a González Iñárritu merecía al menos una oportunidad por nuestra parte.
En este caso, 3 amigas, Vera (Tessa Ía), Rocío (Bárbara López, conocida por su actuación en "Amar a muerte" como Jualiana Valdés) y Carlota (Lucía Uribe) que deciden embarcarse juntas en un viaje de fin de semana con el objetivo de huir de los problemas de la santísima trinidad. Siempre por este orden autoestima, amor y trabajo son las 3 gracias que suelen protagonizar el triángulo amor-odio de la vida de cualquiera.
Una cuarta chica Marcela (Coty Camacho) se suma al carro de forma inesperada y su presencia cambia los planes de las 3 amigas que bajo la amenaza de un arma, se ven obligas a ir a Oaxaca.
Una serie que bebe, o eso nos parece, de "Girls" que seguía la vida de cuatro chicas jóvenes residentes de Nueva York. Amigas desde la infancia que lidian con sus vidas, cada una a su manera intentando no separse, decepcionando egoistamente en ciertas ocasiones a las demás, priorizando sujetos recién llegados en detrimento de las necesidades de aquellos que siempre estuvieron presentes.
Carlota nos hace pensar en Hannah Horvath, el personaje al que le da vida Lena Dunham no sólo por su parecido físico sino por la verborrea feminístico-artistico-independiente de la está dotada.
Rocío es el equivalente de la deliciosa Marnie Michaels (Allison Williams), una aspirante a médico en un caso y cantante en el otro, que nos despierta simpatía y amplias oleadas de ternura. Rocío está comprometida y tiene la vida resuelta, como aquel que dice. Sin embargo, su insatisfacción se acrecenta haciéndose patente la disconformidad con el rol que le ha tocado jugar en el reparto de papeles. La siempre obediente Rocío, responde con la sonrisa y amabilidad que de ella se espera cumpliendo las expectativas ajenas. Rocío se halla a las puertas de una nueva etapa y la urgencia de encontrarse como persona es de vital importancia.
Vera por su parte es un personaje que se asemeja a Jessa Johansson (Jemima Kirke) remplazando el hipsterismo por tendencias "dark" aunque sea sólo de boquilla. Toda su impostura es reveladora de la postura social que trata de enmascarar. Mucho "baby" con botas que ni los "KISS" se hubieran atrevido a llevar, es igual de "spoiled brat" (mocosa mimada) y desmadrada que su homóloga en "Girls".
El personaje que rompe con la realidad de estas chicas de alta cuna es Marcela, la representación del estereotipo físico de mujer mexicana y que se corresponde con unos asuntos poco claros sobre un hermano enfermo y un tal Josua de dudosa integridad moral.
La reivindicación femenina que se muestra con insistencia en la serie y contrapone a sus personajes está dotada de cierta sutileza pues estas chicas tan progresistas no son más que un cliché preconcebido y ellas mismas se encargan de cavar su propia tumba. Vera vestida como una fulanoide estrella del rock se deja usar por el guapete de turno (pero DJ) al que claramente se la trae floja esta chica en cuestión. Subyugada por estas pasiones de querer agradar incomprensiblemente a aquel que nos degrada, hace gala de ser más común que lo que quiere aparentar con su estrafalario pero tan fashion look.
Carlota es la portavoz de esta liberación femenina atendiendo a meetings panfletarios cuyo lema siempre rima con ovarios. Nosotros, invariablemente alérgicos a los eslóganes abanderados por cualquier grupo social, no podemos aplaudir la tan obvia reivindicación sexual pero sí que podemos permanecer a la observación señalando la clara contradicción que se expone (no sabemos si con la ciencia de la conciencia) y se corresponde con la diferencia entre lo que se grita y lo que se hace. Palabras versus hechos.
No obstante, la verdadera lucha por la liberación de la mujer es aquella que libra Rocío, la más apresada y la más activista al mismo tiempo. Es la única que dota de sentido el feminismo al que nosotros animamos. Aclamamos la guerra que se lleva a cabo silenciosamente en el campo de batalla mental y personal. ¿Qué sentido tiene reclamar los derechos de la mujer si luego las vemos sucumbir voluntariamente a la dictadura de la moda, la maternidad y, en definitiva, del patriarcado?
Es ciertamente una búsqueda de felicidad, aceptación, aventura, amor, verdad y libertad con unas cuantas carcajadas acompañandose de las expresiones mexicanas tan diferentes de las españolas y tan gráficas a la vez.
"Una chingada", "vamos a ponernos hasta el pito", "si me chingas te la arranco", "parece un pinche entierro", "yo puedo hacer lo que se me hinche un huevo".
Una divertida y no vacía inversión de tiempo.