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Todo empieza por una fiesta clandestina en un pueblo ganadero de Brasil a la que Fran (Iza Moreira) y Bel (Luana Nastas), dos adolescente de 17 años, acuden. Allí encuentran a Alex (Caio Horowicz) subido a un árbol en pleno viaje espiritual por alguna sustancia ingerida y a Chico (Michel Joestas) con el que, inmediatamente, se funden en un lametazo a tres bandas.
Al día siguiente, Bel amanece con una oscura mancha en los labios y con el juicio nublado. La madre de la chica ha comunicado a la escuela la hospitalización de Bel y la directora del centro comienza una investigación inquisitiva para conocer los hechos acaecidos y hallar un culpable.
Con un método de andar por casa, las encuestas en su despacho se llevan a cabo sentados sobre pelotas de goma porque si uno pierde el equilibrio significa que está mintiendo. ¡¡¿¿WTF??!! Tecnología puntera.
Fran, Alex y Chico inician una investigación por su cuenta descubriendo, sin que el espectador entienda demasiado bien cómo, que el común denominador entre los dos enfermos que hay, de momento, es un beso. En cuanto se corre la voz sobre las sospechas de los tres amigos, una alumna reta a la juventud a besarse. ¿Por qué? Ni idea.
Crítica de la serie EL RETO DEL BESO (KISSING GAME) - CEC SERIES
La serie es un sinsentido de cabo a rabo, un desastre estructural y un deplorable pasatiempos.
En primer lugar, todo empieza con varios filetazos de lengua dados a discreción y a bocajarro. A penas hemos tenido derecho a una introducción de los personajes que ya estamos asistiendo los intercambios de fluidos. Uno se encuentra delante del televisor pensando ¡¿Pero esto qué es?!. No pasa nada, querían impresionar a la audiencia. Seguimos.
La directora del centro inicia su investigación particular interrogando a Chico sobre una pelota de rehabilitación que será la encargada de revelar si éste miente o no. ¿Por qué él en primero? ¿Por qué no Fran siendo ésta la mejor amiga de Bel?
Se hace mención de una secta de la que el espectador no tenía constancia con anterioridad. Lo vivimos como un injerto forzado mal implantado. ¿Qué pinta esta información aquí? ¿Qué tiene que ver la secta con el beso? ¿Quiénes son los adeptos? ¿Cuáles son sus creencias? Siguen los puntos suspensivos mientras el tema se aparta momentáneamente de la pantalla para volver a aparecer tocando la serie a su fin.
Chico, Fran y Alex se reúnen para poner en común la información que cada uno posee sobre esa noche y llegan a la conclusión de que si las drogas no han sido, ha sido un beso. ¿Cómo se llega a dicha deducción?
Un enigma que se va abriendo camino es el de Manu (Esther Tinman), la hija de la directora, que fue enviada a Texas a estudiar. ¿Qué pinta esta subtrama en toda esta historia? Se conocerá mucho más adelante sin que entendamos las razones de la existencia de este personaje.
A medida que avanzan los capítulos, la enfermedad se va revelando como mucho más seria de lo que se pensaba. Sin embargo, no se avisa a las autoridades sanitarias, ni a la policía y lo único de lo que se dispone es de un equipo médico de pueblo. No tiene sentido.
Metida con calzador está nuevamente la homosexualidad aunque, en este caso, se percibe como lo más normal de la serie pues hay tanto desvarío que agradecemos reconocer algo en todo este batiburrillo progresista a golpe de tecno y de adolescentes candentes en plena combustión hormonal.
Los enfermos parecen zombies salidos de una rave, las escenas de sexo son considerablemente explícitas (parece que Netflix apuesta por el porno soft), las actuaciones no están del todo mal considerando el desastroso guión al que tienen que hacer frente.
Como hemos dicho, la estructura, o la mala planificación de los elementos, hacen que la serie finalmente se perciba como una terrible aberración. Descarriada desde el principio, lo único bueno que podría llegar a tener es la idea que, mal llevada a la pantalla, se queda en un terrible suspenso.
Casi al final de la temporada, se percibe una cisión entre lo que venía siendo "El reto del beso" y el giro que toma. Una nueva serie empieza sin haber podido clausurar la primera.
En definitiva, tremebunda producción que no merece ni siquiera perder el tiempo en su primer capítulo. Avisados quedáis pero para los que aún así decidan aventurarse (nosotros seríamos de estos) que reduzcan las expectativas. Los interrogantes no quedan, ni mucho menos, explicados.
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