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16 episodios que superan los 60 minutos de metraje y que dividen el universo en 2 dimensiones paralelas. La primera muestra la República de Corea con su principal personaje la detective Jung Tae-eul (Go-eun Kim). La segunda nos traslada a la Corea gobernada por el Emperador Lee Gon (Min-Ho Lee).
En 1994, el Reino de Corea se encuentra fuertemente sacudido por unos desafortunados incidentes. Durante la Dinastía Silla en la Corea alternativa, el Emperador Lee Hoo y padre de Lee Gon, es asesinado por su medio hermano Lee Lim (Jung-Jin Lee). El niño Lee Gon resulta fuertemente herido la misma noche que su padre es atacado. Lee Lim quiere hacerse con con la legendaria flauta "el Manpasikjeok" con poderes sobrenaturales. En el momento de hacerse con ella, el pequeño Lee Gon, ataca a su tío con una espada resultando cortada por la mitad la flauta.
Durante el hurto, el tío del niño lo arrincona y pretende estrangularlo pero una misteriosa figura aparece con una pistola, salva al niño y Lee Lim logra escapar con sólo la mitad de la flauta ahora rota. Al comprobar las constantes vitales de Lee Gon, la figura del salvador pierde su tarjeta de identidad. ¿Quién es esa extraña figura que durante 25 años Lee Gon mandará buscar en diversas ocasiones sin obtener resultado?
Lee Lim logra escapar a la República de Corea descubriendo que por cada uno de los personajes en un mundo existe su homólogo en esta nueva dimensión.
25 años después, en el otoño de 2019, el Rey Lee Gon gobierna el Reino de Corea con ejemplaridad y consistencia. Al adentrarse en el bosque se le abre el portal entre dos obeliscos aparecidos de la nada. Al pasar al otro lado, se pierde en la dimensión de la República de Corea y allí, descubrirá a Jung Tae-eul, la figura que durante tanto tiempo ha estado buscando.
CRÍTICA DE LA SERIE eL REY, MONARCA ETERNO - CEC SERIES
Una trama que constituye un compendio de cuentos clásicos donde el príncipe se enamora de una plebeya, cada uno proviene de dos mundos irreconciliables y, a resultas, su amor es imposible. Unas figuras malignas como la ministra del reino de Corea y Lee Lim que obstaculizarán las peripecias de los dos amantes y nos traen recuerdos de los tradicionales cuentos de toda la vida con innovadores toques.
Una remasterización cuyo público objetivo es sin duda alguna mayoritariamente femenino pues en la figura de Lee Gon encontramos los rasgos de carácter masculinos de protección, elegancia, sofisticación, entereza, lealtad y sensibilidad comunes a todos los galanes de los cuentos de hadas. Un hombre que durante 25 años persigue a su amada sin desviar la atención de su objetivo principal. Un hombre tenaz, fiel y que no cede ante la pérfida hermosura de la ministra. La personificación del ideal de hombre, totalmente irreal, que nos ha sido embutido desde tiempos inmemoriales.
Sin embargo, Jung Tae-eul encarna a la nueva mujer independiente, trabajadora que desempeña una labor muy masculina. Esta imagen rompe con el estereotipo de princesa endeble con la que los clásicos nos han inundado, una antiheroína que libera al sexo femenino de su rol emblemático pero que sigue desfalleciendo ante un Lee Gon al que podríamos, tranquilamente, tildar de acosador e irrespetuoso con los deseos de ella.
En este sentido la serie se acerca peligrosamente al límite de lo tolerable porque con acciones como esta seguimos enviando mensajes contradictorios. No podemos seguir educar a nuestras juventudes bajo estos preceptos anticuados donde el "no" es "sí" porque luego, a la hora de la verdad, se confunde la realidad con la ficción. Asimismo seguir alimentando unos arquetipos caducos fomenta la ñoñería que contribuye a llenar la cabeza de pájaros. El príncipe azul no existe, la princesa tampoco y las hormonas, ante la duda, elegirán, y no a la más sesuda.
¿Que sólo es una serie? Sí, pero lo que siempre decimos. Igual que los cómics, la literatura, el cine y ahora las series son un reflejo de la actualidad social. Si esta y otras series del mismo género como "Sanditon" han tenido tanto éxito, por algo será. Y no implica que uno pueda o no disfrutar de la ficción pero siempre a sabiendas del porqué.
En este caso las razones están muy claras, todo lo que se ve en "El Rey, monarca eterno", invita a soñar y a salir de nuestro cotidiano sin un ápice de magia, belleza o fantasía. Todo es azucarado en exceso hasta el punto en que nosotros mismos nos hemos colgado, irremediablemente de la serie. Pero las cosas claras y el chocolate espeso: "El Rey, monarca eterno" es lo que es: un cuento chino o una milonga coreana que ofrece un decorado de algodón de azúcar.
Esta serie constituye un entretenimiento adictivo que hará las delicias de aquellos que persigan al conejo blanco de Alicia en el país de las maravillas, una pecata minuta si uno es consciente de su irrealidad.