Miedo y terror, productos por excelencia en el S.XXI, brillan por su ausencia en "Lambs of God"
HBO España estrenó la miniserie australiana 'Lambs of God', una milonga sobre tres monjas: la vieja, la joven y la del medio. Más que una historia retorcida y macabra, empieza como un chiste de pésima calidad basada en una novela de Marele Day que, después de haber visto la serie, no vamos a leer.
Bienvenidos al siglo XXI donde la publicidad engaña y es sosa. Si anduvistéis en busca de miedo, terror y el heavy gore, os habréis quedado con un palmo de narices igual que nosotros. No porque ansiáramos el género en sí, sino porque esta serie no es lo que parece, ni se parece a lo que pretende ser. Sorpresa y -paradójicamente- expectante decepción se asociaron para dejarnos un regusto insípido.
Un primer capítulo en el que no pasa NADA, pero nada de nada. Acudimos a la presentación de los personajes principales cuyos rituales "clichesiásticos" incluyen el manido sacrificio animal en una extraña misa de comer el cuerpo y beber la sangre de Cristo. Embadurnadas de sangre -y cubiertas de mierda-, nos introducen en trilladas historias de reencarnaciones y tópicas visiones inexistentes de 3 hermanas autoproclamadas monjas que apenas han tenido contacto con el exterior.
Cada una de ellas representa una etapa de la vida, aunque podríamos confundir las dos mayores y no saber del todo bien cuál es cuál. La inexistente sutileza deja traspasar el final de la historia, y ya adivinamos la revelación del capítulo final ¡Oh Sor-presa con las manos en la masa!. Efectivamente, las 3 monjas de Santa Inés se ven descubiertas por la visita de un sacerdote, Sam Reid (Ignatius en la serie) cuya llegada al monasterio augura un mal devenir... ¿De ellas o de él?
La poca relación de las mujeres con el mundo real será uno de los principales ingredientes de la serie, carburante que cebará en paralelo la serie y el hastío de la audiencia. El pasatiempo preferido de las hermanas es tomar prestado un cuento popular y hacerlo a su medida para representar el gran trauma de sus vidas, que fue el que las empujó a tomar los votos claustrales y permanecer resguardadas de la malvada, nociva, y peligrosa sociedad.
Nos molesta profundamente -y sobremanera- la infantilización del público con esta simbología de relatos que pretenden ser originales y que, en realidad son como orinales, pues recogen la gran defecación: "la Bella y la Bestia", "Blancanieves", "la bella durmiente" son las tres protagonistas de esta fábula que podría haber ahondado en la comunidad femenina versus la masculina, contraponer las mentalidades de ambos sexos en función de su contacto con la institución eclesiástica, o ahondar en cómo los traumas personales afectan a la percepción de la realidad, incluso en cómo la reclusión y aislamiento pueden afectar tanto en positivo como en negativo.
Estuvimos esperando lo que nunca ocurrió. Las insinuaciones de lucidez que coquetearon con nuestra voluptuosidad cerebral, derivaron en un coitus interruptus cuya cúpula máxima apenas llegó a desflorar el interés creciente en ciertos momentos. Hemos enumerado unos pocos asuntos con materia suficiente para ocupar los 4 capítulos de la serie, de los cuales sólo fueron capaces de arañar la superficie y dejarlos morir igual que la breve permanencia de "Lambs of God" en el inventario universal de "las series de tu vida". Una verdadera lástima, pues podríamos haberlo hecho mejor incluso nosotros. Dios da mocos a quien no tiene pañuelo y, para muestra, una ovejita.
Desde el primer instante, las incongruencias nos asaltan: por ejemplo, con el corte de pelo de las viejas... pero no de la joven. ¿Y eso? Estética pura y dura, y de alguna manera ya nos adelantan chico+chica sin dejar al imaginario colectivo hacer su trabajo. La llegada del pastor al convento con un estúpido pretexto que se utiliza a modo de intriga, acaba por irrigar la ira que va subiendo sin prosa alguna. Y lamentamos profundamente el derroche de talento, dinero y medios que podrían haber sido explotados para intentar obtener un resultado mucho más que satisfactorio, siempre que hubiera sido en otras manos.
Muy posiblemente seremos vilipendiados por los acérrimos simpatizantes de este género que tampoco es un género en sí, porque de gótico tiene la estética, pero el contenido no es más que la vulgar historia de polis y desaparecidos.
Que la disfruten aquellos que puedan.