PÉRDIDA DE TIEMPO Y DINERO
Zoey (Jane Levy) es una de las mejores programadoras de SPRQ Point con sede en San Francisco, una empresa de tecnología especializada en dispositivos y aplicaciones "Smart". Una oportunidad de ascenso se le presenta y ella, naturalmente, se postula al cargo de dirección de su departamento. Zoey es una mujer emancipada de nueva generación: vive sola y su trabajo le consume gran parte de su día no dejándole más tiempo que para visitar a su familia.
El padre de Zoey, Mitch Clarke (Peter Gallagher), tiene una rara enfermedad neurológica: parálisis supranuclear progresiva (PSP) que lo está matando progresivamente. Temiendo haber heredado dicha distrofia, Zoey decide someterse a una resonancia magnética para comprobar que sus facultes se mantienen intactas.
Durante la prueba se produce un terremoto que altera el magnetismo de la máquina y de los patrones cerebrales de Zoey. Ésta descubre que su mente puede percibir los pensamientos de los demás. Estos pensamientos se le aparecen en forma de canciones populares como "All by myself" de Céline Dion, "HELP" de los Beattles, "Mad World" de Gary Jules entre otras. Grandes dosis de baile urbano en medio del desenfreno de las horas punta que nos recuerdan al fiasco que resultó "Soundtrack" de Netflix.
Crítica de la serie ZOEY'S EXTRAORDINARY PLAYLIST - CEC SERIES
Zoey hará uso de sus recién adquiridos poderes para entablar una relación íntima con Simon (John Clarence Stewart), un compañero de trabajo del que está "enamorada".
Por otra parte Zoey descubre que su amigo Max (Skylar Astin) está secretamente "enamorado" de ella desde hace ya muchos años.
Y ya tenemos el pistoletazo de salida para un dramón con mucha música que será mal utilizada para intentar sacarnos la lagrimita fácil que se nos seca en el conducto lagrimal. Se ve venir a la legua y huimos de este tipo de ficción como del coco.
Entre colores pastel y roles familiares y sociales extremadamente marcados que reflejan un podrido conservadurismo al que le han lavado la cara, Zoey nos produce un prurito que ni la cortisona es capaz de calmar.
Zoey's playlist echa mano de los "artistas" producidos en masa. Debe ser cosa de modas y tendencias pero los bailarines son como los actores, visto uno, vistos todos. Se pueden mover más o menos pero los pasos responden a, naturalmente, una coreografía que se parece a cualquier coreografía. La vulgaridad de la estandarización.
¿La lista de reproducción? La misma de siempre. Ni nos descubren nada nuevo, ni se esfuerzan por encadenar las canciones con algún tipo de sentido. Todo es lanzado porque sí empezando por Céline Dion...¿y por qué no? Pues no. Ni una pizca de ingenio, ni una brizna de novedad, ni un suspiro de interés.
Zoey es la nena buena que sueña con su príncipe azul, que hace todo lo que se debe hacer, que no tiene malos pensamientos, que no utiliza lenguaje malsonante y que no precisa más que de su trabajo para ser feliz o para seguir respirando. Es un modelo cansino al que le toca cambiar de banda sonora.
Sí, siempre criticamos los nuevos estereotipos que se pasan de rosca y hacen apología de precisamente todo lo contrario. El marimacho que tiene que ser lesbiana sí o sí, que le da a todo tipo de sustancias insustanciales y cuyos fundamentos se basan en la proclamación de un espíritu libre desde la esclavitud del etiquetaje. Pues tampoco. De la gran seca a la gran mojada se soluciona poco por no decir nada.
Ni lo uno ni lo otro pero sin lugar a dudas y más que nunca, NO al prototipo Zoey. Un lastre que acarreamos desde tiempos inmemoriales y que ha terminado por enraízarse en la mente de las niñas y encarcelando a mujeres que quizás nacieron para algo más que para servir a este modelo totalmente ilusorio de buenismo tipo blancanieves o la cenicienta. Estas princesas que nunca mandaron a tomar viento a sus horribles madrastras, que callaron, que sufrieron en silencio los desplantes y las humillaciones, que se casaron y comieron perdices hasta que el príncipe se fue con otra, se perdió en los bares, la apaleó hasta que "la maté porque era mía". Pero para entonces las palabras "the end" habían anunciado un final feliz e idílico en el que los puntos suspensivos vendrían más tarde, a puertas cerradas y en el silencio de sus hogares.
Aprovechamos para recordar gracias a la desgraciada Zoey, cuantos "daños y perjucios" ("Damages" serie recomendada ya de pasada) ha ocasionado Disney con sus modelos de muñequita impasible y que Matel ha secundado imponiendo la imagen masiva del 90-60-90 solo al abasto de las que naturalmente fueron "premiadas". Por supuesto llegaron en tropel todos los buitres parasitarios y carroñeros que supieron sacar tajada de esta frustración implantada en la mentalidad femenina que cada vez quería parecerse más a este modelo inoculado e irreal.
- Textil y decoración: ropa interior, exterior y todo tipo de abalorios, joyas
- Industria cosmética:
- cremas anti cualquier cosa (anti manchas, antiedad, anti celulitis, anti estrías, antifaz)
- perfumes
- maquillajes
- Tintes
- Champús
- crecepelos
- quemagrasas
- etc
- Industria estética: cirugías de todo tipo. La plástica con liftings, rinoplastias, blefaroplastias y demás plastias. Implantes de pelo y silicona de cualquier miembro imaginable. Parálisis faciales con toxina botulínica...
Zoey's playlist está de más.