La piel suave cuenta una historia tan simple como común y recurrente: Un hombre cuarentón que lleva años casado se enamora locamente de una mujer más jóven por la que está dispuesto a dejarlo todo.
Ésta es una historia mil veces vivida, y mil veces contada, pero no por eso deja ser de interés, sobre todo porque la cuenta François Truffaut.
Pierre Lechenay (Jean Desailly) era un intelectual célebre, autor de varios libros y editor de una importante revista, razón por la cual viajaba a menudo para dar conferencias. En un vuelo a Lisboa conoce a Nicole (Françoise Dorléac), la bella y jóven azafata del vuelo, con quién además coincide en el hotel. Solo y lejos del hogar, Pierre decide permitirse una pequeño desliz y Nicole no se niega. Dejar que ese romance durara solo una noche y lejos de su casa hubiera sido ideal para Pierre, pero Nicole le deja su número de teléfono y de vuelta en París, Pierre no resiste y la llama. El resto es conocido: el hombre enloquece con la amante, cambia su dinámica familiar, miente, es descubierto, y la historia termina fatal.
Pero esta variante es particularmente inquietante porque no podríamos decir que Pierre estaba cansado de su esposa Franca (Nelly Benedetti), ni que fue empujado a serle infiel por estar viviendo en el espesor del tedio marital. Lo que vemos es que Franca es una mujer guapísima, que tienen una hija muy dulce, y que la vida de esta familia transcurre en perfecta armonía. Tampoco podríamos decir que Nicole era la típica buscamaridos, dispuesta a llevarse por delante lo que fuera por conseguir su objetivo. Ella se sintió genuinamente atraída por Pierre, y jamás le obligó a que dejara a su familia. Y Pierre, el personaje arquetipo, el que presenta el cuadro idóneo para dejarse enamorar como un niño otra vez.
Lo dramático de su personaje es que si bien con Nicole reencuentra la frescura del amor, jamás dejó de querer a Franca y esa dualidad lo atormenta. Lo extraordinario, o tal vez lo verdaderamente corriente, de esta historia es que no es posible juzgar a nadie, no hay culpables, y el drama cae inadvertido, como suele suceder en la vida real, sobre unos personajes que sufren un final tan trágico como inmerecido.
François Truffaut tenía sólo 33 años cuando estrenó La piel suave, su cuarta película, y para entonces ya era un célebre director ganador en Cannes con Los 400 golpes. Ya había hecho también Tirad sobre el pianista y Jules y Jim. Su habilidad y sensibilidad como director estaba más allá de toda discusión, pero a pesar de que La piel suave no está entre sus películas más famosas, pienso que es una de las mejores si no la mejor. A pesar de ser aún tan joven, en ella demuestra un agudo entendimiento de la fragilidad de una relación amorosa madura y sólida, cosa que le eleva al nivel de los sabios.
¡Disfruten de esta gran película!
