Saraband (Photo credit: Wikipedia)
Hace unos días un buen amigo me sorprendió con un gran regalo: Los archivos personales de Ingmar Bergman, una preciosa y monumental compilación de entrevistas, reseñas, críticas y fotos de todas las películas del director sueco en una robusta edición de 600 páginas y casi 10kg de peso editada por la Taschen.
En las primeras páginas, junto una tira de 12 fotogramas de una copia de Fanny y Alexander, adjunta un DVD con imágenes caseras de Bergman en acción en varias de sus producciones y el "making of" de Saraband, su última película...
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La curiosidad de ver a este genio octogenario trabajar pudo más que mi indiferencia hacia Saraband, película que había visto hace años, y que francamente no me había gustado. Pero al ver a un Bergman de 85 años tan lúcido, fuerte, con un afilado sentido del humor y a la vez con un implacable carácter a la hora de dirigir a sus actores y equipo técnico, me dieron ganas de darle una segunda oportunidad ahora que la vería con otros ojos, y no perdí mi tiempo, porque la verdad es que su valor es enorme.
Una zarabanda es un baile de parejas popularizado en los siglos XVI y XVII, y censurado por ser considerado erótico. Pero realmente el título de la película según el mismo Bergman evoca una suite para dos violoncellos de Bach. Por eso esta historia se cuenta a lo largo de diez episodios de intensos diálogos entre dos de los personajes. Nunca más de dos a la vez. La historia comienza con Marianne (Liv Ullman) yendo a visitar a Johan, su expesposo, a la cabaña donde estaba retirado. Hacía más de treinta años que no se veían. El reencuentro de estos viejos conocidos es grato, pero también deja entrever la existencia de viejas amarguras. Durante las semanas que dura su visita, Marianne se adentra en la vida de Johan y comprueba que después de tantos años sigue sin hablarle a su hijo mayor, Henrik, un profesor de música venido a menos después de la muerte de Anne, su esposa, y que vive acompañado de su hija Karin en una cabaña cercana. Karin toca el violoncello y su padre la está preparando para entrar en el conservatorio.
Estos son los cuatro personajes que se alternan para tejer la historia en diez diálogos intensos que Bergman utiliza para ahondar en los temas que le acompañaron a lo largo de su vida: el fracaso de matrimonios más agrios que dulces, las insalvables relaciones entre padres e hijos, el coqueteo con el incesto y sobre todo la relación de los vivos con la muerte. La difunta Anne bien podría ser un quinto personaje porque su presencia, enfatizada a través de una foto, condiciona este gran drama.
Saraband fue la última película de Bergman, pero para todo aquél que tenga curiosidad por conocer la vasta obra de este director, no sería mala idea comenzar por el final. Su última película bien podría funcionar como su introducción. ¡Que la disfruten!