Desde el primer momento que vemos a Mouchette, la niña protagonista de este película, sabemos que su existencia es miserable y poco a poco nos damos cuenta por qué. Sucia, tensa, encorvada, y con cara de amargura entra a clases con el resto de sus compañeras (niñas normales) sin saludarlas ni dar señales de amistad y se sienta en una fría clase bajo la severa mirada de una maestra que nadie quisiera tener. Su hogar tampoco es consuelo. Ahí tiene que atender a su hermanito menor, un bebé recién nacido, limpiar y cocinar para su padre y hermano mayor, ambos toscos y brutos, y cuidar a su moribunda madre, que es la única que yace en una cama porque el resto duerme en el suelo. La casa es una ruina y está en las afueras de un pueblo cuyos habitantes también son fríos y hostiles a la pobre Mouchette. Con este panorama no debería extrañarnos que el entorno de esta pobre niña la haya brutalizado hasta el punto de hacerla parecer más un animalito temeroso y agresivo que una niña de 13 años.
Mouchette stands at the gate of the rides of the fair, looking at the people in the rides. (Photo credit: Wikipedia)
Pero esta no es una película de denuncia porque no somos guiados a juzgar a nadie. La pobre Mouchette vive en un mundo que le es ajeno, duro y seco, pero es el que és, y de eso nadie tiene la culpa. La belleza de esta historia está en ver la manera en que esta niña intenta inútilmente vincularse con ese mundo, y entender que a pesar de que es una antisocial, le pertenece a él. Cuando queda atrapada junto a Arséne (un cazador furtivo y borracho) en una cabaña en el bosque durante una tormenta, Mouchette no se olvida de la canción que la horrible maestra le obligó a aprender en el cole. Cantándola, ella alivia a Arséne, a quien le había dado un ataque de epilepsia. También es verdaderamente tierna la manera de entender el amor que tiene Mouchette. Esa noche en la cabaña su vida cambió brevemente y a partir de ese momento consideró equívocamente a Arséne como un amante y a ella como su mujer.
Mouchette (Photo credit: Wikipedia)
Este es un mundo de gente primitiva con sentimientos primitivos, y todo en esta película es simplificado, desde los escasos diálogos hasta la interpretación. Bresson para este entonces ya había decidido solamente utilizar actores amateurs porque consideraba que los profesionales "se esconden tras su papel, tras su arte, como si fuera un biombo", por lo que el personaje pierde autenticidad. Bresson no siempre logra que esto le funcione y muchas de sus películas fracasan en transmitir la idea, pero en Mouchette esto no es así. Aquí logra depurar la historia de patetismos y alejarla del sentimentalismo y eso nos permite entender el terrible y sórdido mundo de Mouchette de otra manera.
Esta es una historia cruda y terrible, pero es una bellísima película.