Hace unas semanas, al escribir acerca de “Tiempos modernos”, les comenté que escribiría acerca de “Luces de la ciudad” por considerarla mi película preferida del genio Charlie Chaplin. Ayer, cuando la volví a ver, corroboré esta opinión. ¿Por qué? Porque me parece, como creo ya haberles comentado, que es la culminación del personaje del “tramp”, el vagabundo, que inmortalizó al gran cineasta inglés, ¿o fue al revés? Da igual.
El vagabundo es un personaje de la gran depresión, Chaplin, ya en aquel momento millonario, no había podido despegarse de sus orígenes. Con todo el dinero del mundo a su disposición, creaba en los estudios una ciudad opulenta, bailes opulentos, personajes opulentos, para él seguir siendo el vagabundo. No creo que se tratara sólo de una manera de ofrecer su mirada crítica de una sociedad en la que reinaba la desigualdad, sino también un ambiente ideal para desarrollar su comedia. El contraste entre la copiosidad e indolencia del entorno, y la absoluta pobreza y total bondad del vagabundo, genera situaciones cercanas al absurdo, ambiente perfecto para que Chaplin haga de las suyas.
Así comienza la trama de “Luces de la ciudad”. Al borde de un río un millonario se prepara, c
Charlie Chaplin and Virginia Cherrill in City Lights. (Photo credit: Wikipedia)
uerda y roca en mano, para suicidarse. El vagabundo, que viene oliendo una flor que debido a una confusión le había tenido que comprar con sus últimos céntimos a una bella vendedora ciega, se da cuenta de lo que ocurre y corre a impedirlo alegando la belleza de la vida, la seguridad de que las cosas mejorarán, la necesidad de seguir luchando. El millonario, ebrio, le hace caso y cambia de opinión, pero termina poniéndole la soga al cuello a nuestro vagabundo y tirándole al rio.
Al final todo sale bien y el millonario borracho le jura amistad eterna.
Así entra el vagabundo en el mundo de los ricos, en el que obviamente, a pesar de su cordialidad y buenas intenciones, no logra encajar, pero sí sacarle todo el provecho que puede.
Como era de esperarse, el millonario cuando está borracho es una persona muy distinta a la que es cuando está sobrio. Cuando pasa la ebriedad no quiere ni acordarse de sus desbarajustes. O como lo pone el intertítulo, “El sobrio amanecer, despierta a una nueva persona...”
Por esa razón el vagabundo va de la riqueza de la borrachera a la pobreza de la realidad una y otra vez y cuando cree poder confiar en el “amigo” para salvar a la ciega por la que siente una suerte de devoción, éste le da la espalda de la manera más cruel.
City Lights (Photo credit: Wikipedia)
Todos estos enredos nos llevan a una situación verdaderamente trágica. Digamos, para no desvelar toda la trama, que el único que sale mal parado es el vagabundo. Y en esto también se destaca “Luces de la ciudad” de las otras pelis de Chaplin de las que he hablado, no tiene un final verdaderamente feliz. El vagabundo sufre como en pocas otras ocasiones, y nosotros sufrimos viendo a ese hombre capaz de dar hasta lo que no tiene, pasar por una situación tan lamentable.
Aunque ya hayan visto la peli, vayan a la videoteca y véanla otra vez, es una obra maestra.
Les dejo con una escena que seguramente les motivará. Chaplin había acordado con un pillo participar en una pelea de boxeo en la que ninguno de los dos luchadores se haría mucho daño y compartirían el premio del ganador. En el último minuto, el pillo se entera de que es buscado por la policía y escapa, y el vagabundo se tiene que subir al cuadrilatero con un boxeador profesional que se niega a pactar: