Muchos de los grandes directores del cine mudo naufragaron estrepitosamente en el sonoro, pero Fritz Lang fue uno de los que se adaptó al cambio sin ningún problema. M, el vampiro de Düsseldorf, es sin duda una de sus mejores películas, y también la primera que rodó después de la introducción del sonido.
Inspirada en un escándalo real que mantuvo en vilo a la ciudad de Düsseldorf durante la segunda mitad de los años veinte, M narra la búsqueda y captura de un asesino en serie (que si bien el de la vida real se bebía la sangre de sus víctimas, el de la película no, por lo que el título que se le puso a la película en castellano es un tanto desconcertante).
Es una película policíaca, con investigación, intriga, persecuciones, suspense, y todo lo que rodea al género, pero si solo aportara eso, no estaría escribiendo sobre ella...
Como toda gran película, M aporta una mirada especial, un ángulo particular, que revela ciertos aspectos no tan visibles de la condición humana, y que pueden resultar un tanto incómodos.
Ante el asesinato de la pequeña Elsie Beckman, el cuarto de la serie, la policía intensifica esfuerzos para encontrar al asesino. Los ciudadanos están histéricos, desconfiando de todo el mundo y denunciando a cualquiera sin tener la más mínima prueba. Por otro lado, los ladrones, que aquí están perfectamente organizados, y presentados como un elemento más de la normalidad citadina, están hartos de no poder ejercer con tranquilidad su profesión por culpa del asedio de la policía, y organizan su propia búsqueda. Se apoyan en los mendigos para obtener información de cualquier movimiento extraño y gracias a uno de ellos (casualmente ciego) es que logran identificar, cercar y capturar al asesino.
En una de las escenas más memorables de la historia del cine, cientos de ladrones agrupados al rededor de su líder le hacen un juicio improvisado y bárbaro al asesino (interpretado por el gran Peter Lorre), que ante la demagogia histérica de un jurado enardecido, extrañamente pasa a ser la víctima. ¿Es acaso la pena de muerte la solución para esta persona? ¿Tienen estos ladrones algún tipo de moral para juzgar a este cruel asesino?
La película, claro, no termina exactamente ahí. Hay tiempo para un último giro y reflexión, pero esa me la guardo. Es curioso, sin embargo, y muy formidable, que una película de estas caracterísiticas logre revelar de una manera tan clara y directa la fragilidad del entramado social ante un criminal invisible y su fiereza ante el ajuste de cuentas. Si bien la película desde el comienzo es extraordinaria por muchas otras razones que requerirían de otros ensayos, este final la eleva a una de las más grandes. ¡Que la disfruten!