Aparentemente la patología existe, aunque se conocen muy pocos casos. Se trata de un trastorno en la conducta causado por una lesión en los lóbulos frontales del cerebro (donde se controla la identidad del sujeto), que causa en él una peculiar dependencia ambiental. Las personas con esta condición mimetizan su entorno social y transforman su conducta para asumir roles que reflejan el contexto: lo mismo pueden actuar como un policía si están en una jefatura, que como penitente en un procesión o como perroflautas entre perroflautas.
Pero Woody Allen no estaba pensando en esta patología cuando ideó la genial Zelig (principalmente porque hasta entonces no se había detectado), ni seguramente pensó que tuviera un impacto real en el mundo de la psicología. Su intención era sencilla: hacer un transparente y gracioso comentario sobre las consecuencias de traicionarse a sí mismo por querer pertenecer a un grupo y por siempre querer agradar a los demás.
Zelig es un falso documental donde se teje hábilmente la historia de un hombrecito (Woody Allen) con ese nombre, que hacia los años 20 se convirtió en una celebridad por su asombrosa condición camaleónica de cambiar su apariencia mimetizando con el entorno. Si estaba entre gordos, se convertía en gordo, si estaba entre chinos, era un chino más, si eran beisbolistas quienes le rodeaban, pues él se comportaba como tal; no había nada en lo que no se pudiera convertir, ni nada que lo detuviera, y por esa razón se le podía ver con toda naturalidad pululando entre rabinos en una sinagoga o entre artistas en la famosa mansión de William Randolph Hearst, el famoso magnate parodiado por Orson Welles en Ciudadano Kane.
Como era de esperarse, no pasó desapercibido para la ciencia, y fue internado en un centro donde fue tratado por la bella doctora Eudora Fletcher (Mia Farrow), quién a pesar de las dificultades del caso y de otras tantas impuestas por la sociedad, logra curar a Zelig (al menos momentáneamente) de esta peculiar patología mientras además (como no), se enamora de él.
Es muy divertido también ver cómo este pobre hombre es tratado por la sociedad. Si bien al principio fue "El camaleón", el friki simpático al que todos querían y alrededor del cual se generó toda una industria del entretenimiento con canción y divertido baile incluído (más abajo), luego se convirtió en un villano público porque vamos a estar claros, un hombre-camaleón presenta serios problemas de todo tipo para la sociedad.
Sin duda Zelig es un gracioso personaje llevado al extremo, una especie de caricatura que lo único que pretende es revelar un aspecto que existe en menores dosis en la conducta de todo el mundo. Pero yo creo que logra más que esta obviedad, porque tengo que decir que lo que más me ha gustado de ver esta película es que ahora puedo darle nombre a aquella actitud de debilidad de carácter, de miseria espiritual, que detecto en tanta gente a mi alrededor, y que a la vez me aterra detectar en mí: zeliguismo.
Aquí les dejo con el baile de "El camaleón". ¡Que disfruten de esta gran comedia
Felicidades por el blog y a CEC, a los dos por arriesgar con propuestas poco comerciales.