Parto de la base de que si pretendemos vivir en una sociedad democrática, no cabe en ningún caso, el miedo a las urnas. Y de eso tenemos mucho en esta tierra:
Para algunos, herederos del régimen que nos encerró cuarenta años en las tinieblas, esos que hablan de democracia con la boca pequeña, esos, solo entienden, quizás por esa herencia, la imposición de su voluntad. Craso error en una sociedad culta y crítica.
Para otros, que supuestamente son sus contrarios (aunque a veces creo que ni ellos se los creen), a esos, se les llena la boca de libertades, de democracia, de igualdades….pero al igual que los primeros, con los que hace ya muchos años que coinciden demasiado, adoptan posturas férreas que poco o nada se prestan al diálogo. Al final, y con matices, pero también imposición e intransigencia.
De los demás, la verdad, ni siquiera sé que pensar, unos lo llevan por bandera y denominan el proceso como una línea roja (o no, depende del momento), y otros lo sacan a primera o a última plana según convenga.
Y aunque parto de esa base, y entiendo que el descontento de muchos y muchas catalanas tiene tanto que ver con la ineptitud del gobierno central, debo decir que me sorprende de forma alarmante lo que pasa en Cataluña.
Porque no puedo entender como un hombre como Artur Mas (ahora derrocado in extremis) haya sido aclamado por los ciudadanos como un héroe por las calles, como hemos visto en los últimos meses. Un hombre que se ha pasado los últimos 20 años en el gobierno catalán, a la sombra de un Jordi Pujol, que más parecía un capo de la mafia al estilo italiano que un presidente, con toda su gran familia numerosa en la órbita del poder e implicada en tráfico de influencias, un aumento considerable de patrimonio familiar en sus largos años de poder y una bonita cantidad de millones en Andorra, que según declaró en un comunicado, lamentaba no haber tenido oportunidad de regularizar. Es una pena que este señor no tuviera tiempo de pagar sus impuestos, porque de impuestos saben mucho los catalanes y catalanas, y nunca tienen la oportunidad de no pagarlos.
No puedo entender como los que se atrincheran en el maltrato y el ninguneo de Madrid, pretenden forzar un “proceso independentista express”, sin garantía de que sea el deseo de la mayoría de los ciudadanos catalanes, reconociendo de manera pública que no ha ganado las elecciones que ellos mismos anunciaron como un plebiscito y declarando que, lo que no han logrado con las urnas, lo han logrado con acuerdos.
Tampoco entiendo demasiado bien en que cosas se van a poner de acuerdo un partido de derechas como Convergencia, un partido de izquierdas como ERC y un partido a la izquierda de la izquierda como es la CUP. ¿Qué clase de país pueden construir con maneras de entender la política tan diferente? ¿Si no son capaces de entablar relaciones diplomáticas en Madrid, por que van a ser capaces de llegar a acuerdos entre ellos, cuando el punto de partida es tan distante?
Tengo claro que las personas que vivimos fuera de Cataluña y que no somos catalanas somos bombardeadas por medios de comunicación hostiles a este movimiento. De hecho, no ha hecho falta mucho tiempo para sacar a relucir los supuestos trapos sucios de Puigdemont, aunque me gustaría pensar que somos much@s los que procuramos rebelarnos contra esta maquinaria de hacer ideologías. Porque si había trapos sucios que tratar (que no lo sé), me hubiera gustado que se sacaran cuando se produjeron, no sé, para eso de tomar medidas o pedir responsabilidades…Aunque parece ser que optaron, OTRA VEZ, por mirar a otro lado porque no convenía o publicarlo en primera plana cuando ha interesado.
No me parecen tan lejanos aquellos tiempos en los que CiU mantenía un idilio con el presidente de gobierno más español y más patriótico de banderita y pulsera de toda la historia de la democracia, el Sr. Aznar, y no interesaba demasiado mirar los trapos sucios de la casa de Pujol….ni los propios, claro.
Espero, por el bien de todos, que el sentido común se imponga y que se celebre una consulta legal y democrática. Como española que aprecia a Cataluña, no me gustaría una España sin ella, pero esa no es mi tierra ni es mi decisión.