Lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no termina de nacer. Y, en ese claroscuro, aparecen los monstruos".
Los americanos perdieron una gran oportunidad de renovar el país, el mundo, con Bernie Sanders. El candidato demócrata que disputó el liderazgo del partido a Hillary Clinton tenía un discurso crítico, integrador, alejado de ese mal hábito de vanagloriarse, basado en posturas etnocentristas que padecen los norteamericanos. Era la valiente y honesta apuesta del cambio con posturas tolerantes y progresistas, era una oportunidad de renovación de la democracia y de mejorar un sistema que ha llegado a su fin tras devorar en su codicia a gran parte de la clase media de los países occidentales.
Pero su propio partido, el demócrata, amordazado por los grandes poderes económicos, prefirieron el continuismo de Clinton, una privilegiada que se pondría al servicio de los privilegiados, aunque sus discursos dejen migajas para el ciudadano de a pie, con más paripé que intenciones (vease PSOE en España o, en general, la socialdemocracia europea). Lo de siempre. Y, una vez más, nos encontramos de bruces con que lo de siempre ya no vale, y eso a pesar de que los medios de comunicación (esa máquina de orientar pensamientos a conveniencia) se han afanado en desprestigiar la figura de Trump.
Trump es un hombre peligroso que ha legitimado, a través de las urnas, el racismo, la homofobia, la misoginia y todas las formas posibles de intolerancia hacia otras personas que hayan cometido el grave error de no nacer hombre blanco estadounidense. Y, por supuesto, no es el único: Europa está plagada de partidos de extrema derecha que están tomando fuerza, si es que no están ya en el poder, como el caso húngaro o polaco. Ya se frotan las manos Le Pen, Wilders, Farage y otros de su calaña.
La globalización, entendida tal y como la conocemos hoy, está moribunda, y nos espera a partir de ahora una ruptura de la cohesión social que ya está gestándose: Los Trump contra los Clinton, los beneficiados del sistema contra los perjudicados, los nacionales contra el extranjero, los religiosos contra otras religiones... Sin duda, estamos en la antesala de un nuevo orden mundial. El actual está agonizando. La pregunta es ¿quién o que ocupará ese lugar?
Antonio Gramsci decía aquello de "Lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no termina de nacer, y en ese claroscuro aparecen los monstruos"... Algo estamos viendo ya.