Ya que paso de los treinta, y que han dejado de impresionarme los falsos ídolos modernos como actores y actrices de Hollywood, los cantantes envueltos en halos de sobrehumanos, los intelectuales dotados de supremacía moral, y desconfío de los reconocimientos de héroes o villanos que los grandes titiriteros del mundo ofrecen a personajes o instituciones construidas para perpetuarse, me quedo -definitivamente-, con los pequeños héroes y heroínas de andar por casa.
Esos que no pretenden dar lecciones, pero que crean historias capaces de emocionarnos, capaces de reconciliarnos con un mundo que no suele dejarnos muchos titulares de alegrías.
Esta mañana leía como un taxista se negaba a montar en su taxi a un señor que había rechazado otro taxi porque la conductora era una mujer. Y acto seguido sus compañeros se negaron a atender a este troglodita, de los que por desgracia, en abierto o en cubierta siguen existiendo, y en cantidades industriales. Y todavía hay personas que se sorprenden de que algunas y algunos nos declaremos feministas, como si esta lucha estuviera ganada o como si esa palabra significara un menosprecio al otro sexo. Dale Spender escribió en su obra “Man made Language”: “El feminismo no ha matado en guerras. No ha matado oponentes. No ha creado campos de concentración, no ha sometido a enemigos al hambre, no ha cometido atrocidades. Sus batallas han sido por la educación, por poder votar, por mejores condiciones laborales, por seguridad en las calles, por el cuidado de los niños, por el bienestar social, por centros para asistir a víctimas de abuso, por refugios para mujeres, por reformar las leyes. Si alguno dice “yo no soy feminista” yo le pregunto ¿Por qué? ¿Cuál es tu problema? “. Mucho por hacer, pero gracias a personas como este taxista anónimo, se ganan pequeñas batallas.
Yusra Mardini, en 2015 escapó de Siria por mar con otros veinte refugiados en una embarcación. A mitad de camino el motor de la embarcación se rompió, y Yusra junto a su hermana saltaron al agua para remolcar el bote a nado durante tres horas y media, hasta que consiguieron llegar a Lesbos. Obtuvo una beca deportiva y ha formado parte del equipo olímpico de refugiados en Río.
El Hapoel Katamon es un equipo de futbol israelí que realiza obras sociales, que promociona el futbol femenino, que lucha contra la homofobia y que potencia la creación de equipos de futbol mixtos entre niños judíos y musulmanes. Son el ejemplo de un trabajo constante por un mundo más humano y mas integrador, en contraposición del equipo con más seguidores de Israel, el Beitar Jerusalen, que tiene entre sus política no fichar a jugadores árabes en su equipo, para delicia de algunos de sus seguidores racistas y llenos de odio.
En marzo de 2016, la prensa se hizo eco de la historia de un húngaro que había sido trabajador de la hostelería y que tras una estafa perdió todos sus ahorros hasta terminar viviendo en un cajero. El húngaro tenía que viajar a Londres porque tenía previsto un trabajo, pero no tenía dinero para llegar allí. Diego Bernal, un chico de 22 años, escuchó su historia y utilizó las redes sociales para intentar ayudarlo. Así que organizó que Laso comenzara a dar clases de ingles en bares a siete euros la hora, y aunque hubo personas que quisieron darle dinero para ayudarlo, Laso solo aceptó el dinero que provenía de su trabajo. Muchas personas se pusieron en contacto con ellos y tras algún tiempo entre alumnos y cafés, Laso pudo volar a Londres para reiniciar su vida.
Tras los atentados de la sala Bataclan de París, no debió ser fácil para un joven musulman armarse de valor y acudir a la plaza de la república, donde se concentraban muchos amigos y familiares de las víctimas, para vendarse los ojos, abrir los brazos y colocar a sus pies un cartel que ponía “Soy musulmán y eso no quiere decir que sea terrorista. Yo confío en usted, ¿Y usted en mí? Si es así, dame un abrazo”. En aquella plaza se disipó el odio durante los minutos que muchos familiares de las víctimas se abrazaban y lloraban en los brazos del joven.
Los taxistas, Yusras, el equipo humano del Hapoel Katamon, los Diegos, los jóvenes como el de Paris…esos son los héroes del mundo. Efímeros. Pero inmortales. Tal vez no tengan un lugar en la historia, pero si en el corazón de tantas personas, para las que sus actos han sido inspiradores.
