English: An illustration of "The Frog and the Ox" by Charles Bennett from The fables of Aesop and others translated into human nature (1857) (Photo credit: Wikipedia)
Puede que el lector, leyendo mi anterior afirmación en que declaraba abiertamente que de ninguna manera creo en las personas, piense al respecto: "¿Entonces, tú, tan nihilista, no crees en mi como persona?" ó "¿Excluyes entonces de este modo a las personas de tu vida?".
A lo que a esta posible observación yo contesto: "¡Pero como voy a creer en tí si a veces incluso no creo ni en mi!".
Y es que esta petición o sugerencia de esperar que crean en uno es, a mi modo de ver, casi obscena, y desde mi punto de vista es pedir demasiado, si acaso, creeré en tí en parte, pero no en todo, pues ninguna persona es creíble al cien por cien, y que conste que he conocido algún raro especímen de persona intachable y creíble al cien por cien, tan extraño como escaso dentro de la fauna humana.
Pero si lo prefieres... vale, de acuerdo, creeré en ti, en ti o en cualquier otro que por supuesto me lo demuestre, ya sea grupo, persona, entidad social, entidad política o lo que sea.
Aunque en lo que realmente creo es en el puro y simple pragmatismo, o sea, creo en los hechos. Y por ejemplo, si la entidad o ámbito social donde habitas es un lugar habitable y de justicia, donde a cada paso que das no ves sometidos tus derechos más fundamentales, entonces ese lugar o ámbito social es para mi correcto y por tanto creíble.
Del mismo modo, y en el mismo ámbito que los hechos u acciones que el ciudadano sea capaz de hacer en el día a día, mediante su compromiso y responsabilidad, educación, y respeto hacia los demás, hará que crea o no en éste.
¿¡Cómo dices!? ¿Que el ámbito social donde habitas es, para ti, perfecto y creíble? Pues en ese caso, amigo lector, es seguro que no habitas en la gran ciudad, o simplemente tu inconsciencia te hace estar ajeno a la problemática real que te rodea.
Y es que, y como decía, poco -o casi nada- de esto se cumple en todos los aspectos de la sociedad, lo que la convierte en una auténtica cárcel que somete y violenta de mil maneras a los que en ella participan...
Y es por esto que en grupos tan heterogéneos, tan enormes y tan diversos como lo son los conceptos de masas, tales como sociedad, ciudadanía, pueblo soberano, estado, ciudad, tradición, etc... uno no puedo creer a secas, por el simple hecho de que en estos cabrán montones de personas o circunstancias creíbles y montones de personas o circunstancias a las que es imposible creer, una simple regla que inclinará la balanza hacia un lado u otro, es decir, hacia el lado de lo creíble o hacia el lado de lo que uno no puede ni creer ni por supuesto aceptar.
Por otro lado, sabemos de sobra que la utópica sociedad a la que aspiramos de personas auto-educadas, libres y emancipadas, de momento no se ve que se cumpla, pero esto no importa, pues el proceso de emancipación, además de una tarea personal, es sobre todo un deber. Un deber por el simple hecho de que el ser humano, de no cumplir su función de autoeducacion que lo forme y eduque como individuo, no será más que ese animal bípedo y desplumado que decía Aristóteleles, un animal al que si le quitas esos cuatro trapos que se pone cubriendo sus vergüenzas, se quedará en ese animal desplumado regido por un cerebro, pero dirigido simplemente por sus ansias, instintos, pasiones y circunstancias fisiológicas...